Marfil

Prólogo

He tratado de volcar ciertas impresiones en varios cuadernos dispersos entre todo el material que coleccioné durante largos años de estudio. Hoy, al fin de un camino lleno de dudas (porque ellas hacen evolucionar, modifican), decidí concretar el proyecto. Una conjunción de casualidades, operatorias de probabilidad, desencuentros y discusiones alucinadas, concluyeron en el convencimiento vacilante de un grupo de productores (cuatro en total), en cuyas garantías se apoya mi tarea. Un sí desganado, algo perezoso, y la máquina tomó impulso inicial.

La historia es sencilla: una importante novela de conocido autor. Pero es su escritura, el estilo desplegado en el vacío de estas tierras, lo que interesa a mis ideas. La Pampa y el Desierto (una región sin pertenencia). Dos entes, o esferas protagónicas. Ni Yin ni Yan, cierro la posible intrusión oriental. Se trata de algo más básico, originario de un despliegue de uno sobre otro. Dos espacios que no son dos, ni tres; imposible que articulen, sin dialéctica para suposiciones. En la amplitud surgen las cavilaciones (planos generales, grandes angulares paisajísticos, ausentes en nuestro cine), distintas de las que aseveran los grandes planos del cine americano: evitaré el encuentro como en el western. Pampa y desierto elongan los trayectos de los personajes, hacen que graviten entre sí como planetas ordenados, anteriores a los ojos. Adquieren un sabiduría rica y avara como en la vejez, debo tener cuidado con ello pues puede enturbiar el propósito del film.

Una historia sencilla: una mujer se pierde en la desidia de los indios en rebeldía, y termina como reina del faisán, venerada, casi estrella de un sistema menesteroso. Circos, batallas inabarcables, dinero falso o con valor casual, el comercio entre tribus, alianzas, rupturas. Siempre en silencio, o con grandes coros elevando la llamada del espíritu que jamás descansa. La ambiguedad del texto no transfiere imágenes útiles, son casi digresiones distractivas. Siempre sospeché que la novela no es al film, ahora lo confirmo. Raspo en las superficies y busco la idea, la encuentro y vuelve a refugiarse. Morirá el relato a manos de otra elección simbólica, olvidando la estructura que lo sustenta. Los personajes de época pueden maquillarse tras el tamiz de lo uniforme, así tomaré distancia de la historia, del referente. También, logro así que la asistencia de la memoria común se desencaje: no hay andrajos de un medioevo, solo miseria de una vida a manos del árido clima, de lo casual. Los cuerpos pasan gran parte del tiempo en el agua, refrescándose, buscando la vitalidad que les extrae lo pasivo de la geografía. Hijos comunes, serán más que un reflejo del desamor. Alimentación, otro eje. Lo primitivo como búsqueda incansable, pero no hay objeto. Los seres llevan el tiempo a cuestas. La relectura de la novela será imprescindible, una vez más. Mientras tanto, dejo el rastro de las notas, parciales, incompletas, que piden por su propio espacio. Ya no son mías: han escapado al proyecto, y tal vez al futuro.

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Contacto con el autor: omar.genovese@gmail.com